lunes, 8 de abril de 2024

La digitalización y la salud mental de la juventud

 


Vivimos en una era tecnológica rodeados de dispositivos conectados a redes. Aquellos nacidos en el presente siglo no pueden concebir una vida sin teléfonos inteligentes y tabletas que nos abren una ventana al orbe global. Los que hemos emigrado desde el ya lejano siglo XX sí que recordamos un mundo muy distinto, en el que nuestro contacto con la tecnología más avanzada era la televisión analógica del salón, ver películas en vídeo o DVD, escuchar música en CDs y, como mucho, utilizar ordenadores personales con programas instalados en su disco duro.

La rápida digitalización de la sociedad ha traído muchas ventajas, de eso no hay duda, pero también plantea problemas y amenazas de diversa índole. Uno de los colectivos más vulnerables en este proceso de cambio es el de la juventud, cuya inmersión en la tecnología desde la más temprana edad, a menudo sin la educación ni supervisión parental adecuada, está produciendo estragos en su salud mental, a juzgar por los estudios y estadísticas que se llevan a cabo al respecto.

El informe de ONTSI Impacto del aumento del uso de Internet y las redes sociales en la salud mental de jóvenes y adolescentes establece que más del 11% de los jóvenes de entre 15 y 24 años se encuentra en riesgo elevado de hacer un uso compulsivo de los servicios digitales, porcentaje que se eleva al 33% en el caso de de las edades entre los 12 y 16 años. Existe un gran debate en la actualidad sobre los posibles efectos nocivos de las pantallas sobre la salud mental de los niños y adolescentes; hay opiniones que niegan que se haya llegado hasta el momento a demostrar una relación causal, pero lo cierto es que ya existe el término tecnoadicción que define una conducta adictiva basada en el uso patológico de los dispositivos digitales, hasta el punto de que limitan la libertad y la voluntad del usuario.

La pandemia fue el primer gran ensayo general de lo que es una sociedad en red y constituye un antes y un después en la intensidad de uso de las herramientas y servicios digitales. También parece supuso una prueba de estrés para la salud mental de los jóvenes españoles, a juzgar por el estudio citado, pues afirma que un año después del inicio del confinamiento más de la mitad de la población juvenil manifestaba sentir tristeza, decaimiento y desesperanza, además de dificultad para concentrarse. Por supuesto, habría que discernir qué parte de estos síntomas es debida a un mayor uso de la tecnología debido al encierro forzado, y qué parte a la experiencia traumática que ha supuesto la propia emergencia mundial.

Dentro de los distintos servicios digitales, las redes sociales parecen ser la mayor amenaza para la salud mental de los niños y adolescentes. El síndrome FoMO (fear of missing out) hace referencia al temor irracional que produce el ausentarse de internet por la posibilidad de perderse experiencias que otras personas pueden estar disfrutando. Por otra parte, el acrónimo NOMOFOBIA (no mobile phobia) alude a la angustia provocada por no disponer de un teléfono móvil y quedar desconectado del entorno digital. Las redes sociales son las responsables de que el usuario haga un uso excesivo de las pantallas, pero, además, han generado en los últimos años, especialmente entre los más jóvenes, una obsesión compulsiva en torno a los cánones estéticos y, en algunos casos, han servido de plataformas de difusión de conductas inadecuadas o peligrosas. Por ejemplo, los retos o challenges en TikTok que incitan a realizar determinadas acciones virales han producido lesiones e incluso provocado la muerte en adolescentes que los han acometido.

A pesar de que hay bastantes evidencias de los posibles efectos negativos de la tecnología digital en el bienestar mental de los menores, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sólo reconoce como trastorno la adicción al videojuego y al juego en línea.

Entre las recomendaciones que ofrece el informe de ONTSI para abordar este problema destaca el formar adecuadamente a las familias para que puedan enseñar a sus hijos e hijas a gestionar su relación con el mundo digital. A pesar de los peligros que acechan en las redes, internet es una de las cosas más maravillosas que nos hemos encontrado los que nacimos en un mundo en el que no existía. La posibilidad de acceder a ingentes fuentes de información, de relacionarse sin límite con cualquier parte del mundo, participar en proyectos y acciones colaborativas, crear y compartir hacen que sea un medio que bien utilizado contribuye al desarrollo de la humanidad. La cuestión es aprender a manejarlo con sensatez y responsabilidad.

 

 

 

 

lunes, 25 de marzo de 2024

Radiografía del internauta español

 


Un año más la Asociación para la Investigación de los Medios de Comunicación (AIMC) ofrece los resultados de su encuesta realizada a usuarios de internet, un documento que constituye una verdadera instantánea sobre el grado de digitalización de la sociedad española y acerca de cómo usamos la tecnología en este país.

Una de las primeras conclusiones de la consulta es que el teléfono móvil es el principal dispositivo que utilizamos para conectarnos a internet, casi el 92% de la muestra lo usa, frente al ordenador portátil (68%) y el de sobremesa (48%). Resulta curioso que el altavoz inteligente, a pesar de aumentar en número de usuarios respecto de años anteriores, no se ha convertido ni mucho menos en el boom previsto cuando se inició su comercialización. En el 2020, lo utilizaba el 12% de los internautas y cuatro años después apenas el 16%.

El móvil vuelve a ser el rey en el ámbito del consumo audiovisual pues el 59,8% de internautas lo hace a través de este dispositivo, mientras que el 53% a través del televisor inteligente y el 33% del ordenador.

Otro dato interesante es que en torno al 67% de la sociedad española pasa más de dos horas en el medio digital, y el 85% está por lo menos una hora al día. El 25% de la muestra pasa más de cuatro horas conectado a internet a través del ordenador frente al 18% que lo hace a través del móvil. En el otro extremo, la tableta y la videoconsola son menos utilizados: en el primer caso, sólo el 10% pasa más de dos horas conectado a redes a través de ese dispositivo, y únicamente el 9% lo hace con el segundo.

El servicio de audio más utilizado es el escuchar música a la carta (50,6%), que supera ya a escuchar la radio en directo (46,7%). La plataforma más popular es Spotify, a la que se conecta el 80% de la muestra, seguida de Amazon Music (28,7%) y YouTube Music (25,7%).

La tecnología inalámbrica 5G da muestras de implantarse a buen paso en nuestro país. Mientras que en 2020 solamente el 10% de los encuestados la tenían en su teléfono móvil, la cifra que arroja este informe es ya del 58,5%.

La inteligencia artificial se ha convertido en un concepto de moda gracias a la popularidad de herramientas como ChatGPT, y, de hecho, el 96% de los españoles ha oído hablar de ella, aunque el 22% no tiene muy claro qué es exactamente. Casi la mitad de la muestra ha utilizado la inteligencia artificial en el último año, especialmente las aplicaciones relacionadas con el lenguaje (texto y chatbots), el 95,5%, y los productos de la empresa OpenAI, el 73,5% de los encuestados. Aunque el 50% de aquellos que utilizan esta tecnología se muestran satisfechos, resulta notable que el 39% de los que han oído hablar de ella considera que sus riesgos son mayores que los beneficios que aporta. El 76% de la muestra opina que debería poder identificarse todo aquello que se realiza con inteligencia artificial, y un 74% piensa que evoluciona más rápido de lo que la sociedad puede asimilar. De hecho, más de la mitad de encuestados cree que no debería seguir desarrollándose hasta que esté debidamente regulada.

Las compras por internet son una actividad ampliamente difundida, y el 96% de encuestados ha realizado alguna adquisición en el último año por este medio. La ropa y los complementos encabezan la lista de productos (58,5%), seguidos de la electrónica (45,5%) y de los alojamientos turísticos (43,6%). Las finanzas de los españoles son también cada vez más digitales: el 78% ha realizado una transferencia por medios como Bizum en el último mes, mientras que en 2019 esta cifra era apenas del 37%. Por otro lado, el 53% de la muestra utiliza el teléfono móvil como tarjeta de crédito (NFC).

Al hablar de la percepción que tiene de internet el usuario, el 68% considera que ofrece demasiada publicidad. La siguiente preocupación en importancia es la relacionada con la seguridad (52%) y luego la privacidad y la falta de confidencialidad de las redes (40,2%). Por otra parte, el 85,2% de los internautas considera que la desinformación es un problema grave, y el 68% se confiesa molesto con los avisos de cookies que aparecen al entrar en una web.

Resulta significativo el temor por la vigilancia digital que presentan los usuarios. El 71% de los encuestados se siente vigilado en internet, el 63% tiene la sensación de que su smartphone escucha sus conversaciones, y, por último, hasta el 78% manifiesta preocupación porque las empresas y los gobiernos controlen su actividad en el ciberespacio.

 

 

 

 

martes, 12 de marzo de 2024

¿Llega un nuevo invierno de la inteligencia artificial?

 


La inteligencia artificial ha pasado de ser una tecnología de moda a convertirse en el centro de atención mediática por su capacidad para generar sorpresa. La velocidad a la que se han ido sucediendo los avances en este terreno en poco tiempo y los impactantes resultados obtenidos generan tanta expectación como preocupación, tanto por su poder disruptivo en la mayoría de las actividades económicas, como por los posibles efectos negativos que puede tener su mal uso. La popularidad adquirida en los últimos dos años por los modelos amplios de lenguaje (large language models), como ChatGPT de OpenAI o Gemini de Google, ha puesto en manos de cualquiera la posibilidad de crear contenido (texto, imagen o vídeo) con estas potentes herramientas, sin necesidad de poseer conocimientos técnicos.

Todo parece indicar que estamos ante una revolución tecnológica sin precedentes. El propio Bill Gates, fundador de Microsoft y uno de los grandes gurús de la era digital, comparaba hace unos días el desarrollo de la inteligencia artificial con hitos fundamentales de la historia de la innovación, como la creación del microprocesador, el ordenador personal, internet y el teléfono móvil. Todos ellos transformaron los cimientos de las vidas de las personas, contribuyendo a cambiar la economía y la sociedad, y todo parece indicar que la línea principal de investigación en inteligencia artificial -basada en el aprendizaje automático y las redes neuronales- va a producir un terremoto similar al que trajeron consigo esos avances.

A pesar del convencimiento generalizado sobre el descomunal potencial de crecimiento a medio plazo de estas tecnologías, hay voces que predicen que, por el contrario, esta época dorada iniciada hace poco más de un decenio podría estar tocando techo, de manera que entraríamos en otro “invierno de la inteligencia artificial”, como los que tuvieron lugar en el pasado.

No nos engañemos, aunque solamente llevamos oyendo hablar de máquinas que ganan a campeones de ajedrez, chatbots, vehículos autónomos y asistentes personales desde mediados de la pasada década, estamos ante una disciplina cuyos orígenes teóricos se remontan a la década de los años cincuenta del siglo XX, con los trabajos de Alan Turing, John McCarthy, Marvin Misky y Claude Shannon, entre muchos otros. La historia de la inteligencia artificial ha experimentado crisis cíclicas, en las que ha cundido el desánimo por el fracaso de los avances o el incumplimiento de las expectativas depositadas, y la financiación de la investigación se ha visto frenada ante las dificultades para rentabilizar las cuantiosas inversiones realizadas. Es lo que ha venido a denominarse “inviernos de la inteligencia artificial”, momentos de parón en la investigación y desarrollo, como los que tuvieron lugar entre 1974 y 1980, o el iniciado a principios de la década de los 90.

¿Cuáles son las principales limitaciones y obstáculos que puede encontrar actualmente el desarrollo de la inteligencia artificial? En el caso general del aprendizaje automático y el aprendizaje profundo, que son las ramas de la inteligencia artificial en los que está basado el boom de los últimos años, el principal problema es que están basadas en el big data, es decir, se trata de algoritmos devoradores de datos, que utilizan para generar patrones, pero, ante situaciones donde los datos no están disponibles o resultan difíciles de conseguir en grandes cantidades, el aprendizaje profundo puede no resultar la mejor solución. Por otro lado, el uso de estos sistemas puede atentar contra los derechos individuales de las personas, en términos de privacidad e intimidad.

Además, en el estado actual de desarrollo, esta tecnología no es capaz de distinguir claramente causalidad y correlación. Puede identificar que existe una relación entre el suceso A y el B, pero no suele poder establecer si hay una relación causal entre ambos. Una de las principales críticas que reciben estos sistemas es que no entienden el mundo que les rodea, como ha demostrado hace poco la herramienta Gemini de Google que, al pedírsele que generara imágenes de soldados alemanes de 1943, ofreció un catálogo compuesto por mujeres asiáticas y hombres negros, se conoce que en un intento de garantizar un equilibrio étnico dentro de las fuerzas de Tercer Reich. Algo parecido le ocurrió al crear imágenes de vikingos del siglo XII.

Algunos expertos consideran que el aprendizaje automático debería ser combinado con otras técnicas de la inteligencia artificial para poder seguir avanzando satisfactoriamente.

En el caso concreto de la inteligencia artificial generativa, es decir, la que se utiliza para crear contenidos como textos, imágenes, vídeos o líneas de código de programación, a las limitaciones anteriores se suman otras de distinto índole. Por una parte, el propio funcionamiento de los algoritmos con frecuencia ofrece malos resultados, lo que se denomina “alucinaciones”, como lo que hemos visto de Gemini un poco más arriba, lo que pone en cuestión su fiabilidad. Por otra, no existe un modelo sólido de negocio en empresas como OpenAI y, teniendo en cuenta lo costoso que supone desarrollar y mantener sistemas como ChatGPT-4, la falta de recursos financieros se puede convertir en un cuello de botella para seguir adelante.

A lo anterior hay que sumarle que los modelos amplios de lenguaje se nutren mayormente de información y contenidos procedentes de internet para realizar sus creaciones, contenidos que en su gran mayoría están sujetos a derechos de autor. El director de Open AI, Sam Altman, llegó a afirmar en enero que sería imposible entrenar a los modelos actuales de inteligencia artificial sin violar los derechos de autor, pero ¿serían rentables sus aplicaciones si tuviese que pagar por ellos? 

Una última cuestión es la relativa al impacto ambiental de los sistemas de inteligencia artificial, cuya huella de carbono derivada de las emisiones de gases efecto invernadero por la cantidad de energía que demandan es creciente, a medida que se hacen más complejos y sofisticados. Se ha llegado a calcular que entrenar a un solo modelo de inteligencia artificial produce una huella de carbono superior a las de cinco automóviles durante toda su vida útil.

¿Estaremos ante un nuevo invierno de la inteligencia artificial? Por si acaso, vayan cogiendo ropa de abrigo.

 

 

 

 

 

martes, 27 de febrero de 2024

La inteligencia artificial revoluciona las búsquedas en internet

 


La inteligencia artificial generativa no deja de producir titulares en su breve vida mediática. Desde que hace poco más de un año se convirtió en la tecnología de moda gracias a la herramienta ChatGPT, su capacidad para erigirse en amenaza para actividades económicas y competencias profesionales no ha dejado de crecer. El potencial transformador que presenta reside en su habilidad para generar contenidos -texto, imagen, vídeo o código de programación- utilizando para ello grandes cantidades de datos, generalmente procedentes de internet. Precisamente, una de sus aplicaciones más novedosas está asociada a uno de los servicios más populares y utilizados de la web: los buscadores.

En mayo de 2023, Google presentó un nuevo paradigma de búsqueda en las redes, que ha bautizado como Search Generative Experiences (SGE). Básicamente, se trata de un motor de búsqueda que, basado en la inteligencia artificial, ofrece respuestas directas y redactadas a las consultas realizadas, en vez de solamente la tradicional lista de enlaces web. En la práctica la herramienta recoge información de fuentes diversas y las incorpora en una única respuesta que aparece en la parte superior de la página. En la parte de debajo de la página seguirán apareciendo los resultados de forma similar a los que ahora ofrece Google Search.

No obstante, antes de la de Google, la primera experiencia en este sentido la llevó a cabo Microsoft, cuando integró en su buscador Bing noticias en tiempo real gracias a la colaboración de la empresa OpenAI, la creadora de ChatGPT. El modelo utilizado se nutría de contenido procedente de toda la red de redes. Posteriormente, la compañía fundada por Bill Gates ha rebautizado su producto como Microsoft Copilot y lo anunció en el blog corporativo en noviembre del pasado año.

El caso de Google es similar. Su servicio Gemini está construido sobre modelos amplios de lenguaje (large language models) entrenados con contenidos de internet y de otras fuentes, que trabajan con texto, imágenes, audio y vídeo. La versión experimental de esta herramienta ya está disponible en más de cien países. En esta primera versión del buscador todavía se muestran los enlaces web que le han servido al sistema para elaborar la respuesta a la consulta realizada.

Estos novedosos sistemas de búsqueda siguen una filosofía denominada Retrieval-augmented generation (RAG), una infraestructura de inteligencia artificial destinada a mejorar la calidad de las respuestas generadas por los modelos amplios de lenguaje (LLM), complementando la representación interna de la información que producen con fuentes externas de conocimiento. Esta técnica permite, por una parte, que el modelo tenga acceso a los datos más fiables y actualizados, y, por otra, que el usuario disponga de la referencia de las fuentes de información usadas por el modelo para poder comprobar su relevancia y precisión. De acuerdo con los expertos, el enfoque RAG limita la probabilidad de que la inteligencia artificial generativa ofrezca información incorrecta o que “alucine”, como se dice en el argot del sector cuando genera resultados inventados. También reduce la necesidad de tener que entrenar constantemente el modelo con datos nuevos, con el consecuente ahorro de costes que ello implica.

Como parece evidente a simple vista, este nuevo enfoque en los buscadores provocará grandes cambios en el marketing digital y la publicidad, tal y como los hemos conocido hasta ahora. Las marcas deberán conocer a fondo el funcionamiento de los sistemas SGE para dar con la forma óptima de posicionar sus mensajes en las redes. En este sentido, cobra especial relevancia el diversificar el contenido que se vuelca en internet, combinando con el texto distintos formatos, como imágenes, infografías o vídeos, pues ello contribuye a que aparezca entre los resultados de búsqueda. Esto conlleva que se intensificará la competencia entre las empresas por renovar y mejorar su contenido en el ciberespacio. El material utilizado debe estar debidamente adaptado para la inteligencia artificial generativa, es decir, debe poder ser interpretable por estos modelos, primando la claridad, la información relevante y el uso estratégico de palabras clave.

 

martes, 13 de febrero de 2024

La tecnología digital ha cambiado la educación, pero no la ha transformado

 


El uso de la tecnología digital en la educación tiene una tradición que se remonta al comienzo del presente siglo; al principio a través de las aulas específicas para impartir conocimientos de informática, y, más adelante, mediante la introducción de dispositivos y programas como soporte instrumental para la enseñanza de las materias curriculares. De esta manera, ya es algo corriente ver en una clase cualquiera la utilización de pizarras electrónicas, proyectores y ordenadores. No obstante, entre la línea de pensamiento pedagógico más tecnófilo siempre se ha considerado que la digitalización de la enseñanza se produce a un ritmo muy inferior al que lo hace la sociedad. Se argumenta que los estudiantes, habitantes ya de un mundo completamente digital, se enfrentan en el aula a métodos de aprendizaje heredados de otras épocas, y se subraya la necesidad de adecuar la enseñanza a las necesidades de la ciudadanía del siglo XXI.

A menudo se ha dado por supuesto que usar tecnología en el aula solamente trae consigo ventajas, sin embargo, cada vez se alzan más voces que ponen en cuestión este axioma. A mediados del pasado año, el Gobierno de Suecia anunció la paralización del avance de su plan de digitalización en centros educativos para volver a fomentar el uso de los libros de texto. Esta decisión vino motivada porque el Estudio Internacional para el Progreso de la Comprensión Lectora (PIRLS) referido a 2021 detectó un descenso del nivel del alumnado del país en este campo, de forma que las autoridades educativas quieren centrar sus esfuerzos en habilidades básicas como leer, escribir y contar, todo ello apoyado por medios tradicionales.

La Unesco ha reflexionado en su informe GEM (Global Education Monitoring) de 2023 sobre las ventajas y desventajas de utilizar la tecnología en la educación, estableciendo una postura fuertemente crítica al respecto. Bajo el título Tecnología en la educación: ¿una herramienta en términos de quién?, el trabajo subraya la necesidad de aprender a vivir tanto con tecnología como sin ella (es decir, reducir su dependencia), que los jóvenes desarrollen la capacidad para identificar la realmente necesaria entre la avalancha de información que les rodea, y que la tecnología debe apoyar, pero nunca suplantar la relación humana. De cara a mejorar la educación, la digitalización tiene que ser un complemento de la interacción cara a cara con el docente, jamás un sustituto. La tecnología se nos vende como un vehículo para el aprendizaje personalizado, y, con frecuencia, esta promesa nos hace olvidar que el corazón de la educación reposa sobre unas dimensiones sociales y humanas.

La Unesco se muestra escéptica sobre el valor que supuestamente añade la digitalización a los procesos educativos, destacando que no existe una evidencia robusta al respecto. Por una parte, la innovación se produce a tal velocidad que es muy difícil medir sus efectos. Como ejemplo de ello, los productos de tecnología educativa cambian de media cada 36 meses. Por otro lado, una parte importante de los estudios que defienden el impacto positivo están realizados o financiados, directa o indirectamente, por las empresas que comercializan los productos y servicios, en un intento de refutar análisis procedentes de entidades independientes que niegan dicho impacto.

Con todo, el estudio admite que la tecnología educativa puede aportar mejoras a determinados tipos de aprendizaje en algunos contextos. Una ventaja evidente es que ha facilitado el acceso a cantidades ingentes de recursos educativos online. En cualquier caso, su introducción debe dirigirse a la consecución de objetivos de aprendizaje, y tiene que estar integrada en la orientación pedagógica aplicada en cada momento. Igualmente, la Unesco señala que un uso excesivo o inapropiado de dispositivos y servicios digitales puede tener un efecto negativo en los rendimientos del estudiante, y pone de ejemplo los resultados del informe PISA, que refleja que en catorce países de los analizados se detectó una relación negativa entre la proximidad de los teléfonos móviles y el aprendizaje del alumnado. El debate sobre si los móviles deben estar en el aula o prohibidos en ella es especialmente intenso en España en estos momentos, con comunidades autónomas a favor de una u otra postura.

Otro aspecto interesante que destaca este trabajo es que la velocidad de la innovación tecnológica dificulta la adaptación de los sistemas educativos a la digitalización. Poco a poco los países van definiendo los estándares de habilidades digitales que van a necesitar dominar los estudiantes para vivir y trabajar en un mundo conectado, si bien muchos alumnos no tienen la oportunidad de practicar con herramientas digitales en los centros escolares: de acuerdo con las cifras que aporta el estudio, solamente en torno al 10% de los estudiantes de 15 años utiliza dispositivos digitales más de una hora a la semana en las asignaturas de matemáticas y ciencias. Asimismo, los docentes en general se sienten poco preparados para impartir clases con tecnología, y la evidencia es que únicamente la mitad de los países analizados tienen definidos estándares relacionados con las habilidades TIC requeridas para los profesores.

Como conclusión, la pregunta que surge es si la tecnología puede resolver los mayores retos de la educación. Para la Unesco, estos desafíos son tres: la equidad y la inclusión, la calidad y la eficiencia. En el primer caso, es cierto que la digitalización reduce las barreras de acceso a la educación para grupos desfavorecidos de población, pero sigue existiendo una importante brecha digital en la conectividad a internet y en el uso de dispositivos. En relación con la calidad educativa, el informe reconoce que la tecnología digital estimula el compromiso del estudiante con el proceso de aprendizaje y favorece el trabajo colaborativo e interconectado, aunque una aproximación educativa individualizada reduce las oportunidades del alumnado de aprender en entornos de la vida real, y tiene un impacto negativo en su privacidad y bienestar. Finalmente, el análisis realizado concede que, en términos de eficiencia, la tecnología digital permite disminuir el tiempo que docentes y alumnos dedican a tareas rutinarias de poco valor añadido, cuyo ahorro puede ser destinado a actividades con un mayor sentido educativo. Para resumir todas las reflexiones en una sola frase: la tecnología digital ha cambiado la educación, pero no la ha transformado.

lunes, 29 de enero de 2024

La inteligencia artificial transforma el mercado de trabajo

 


La rápida evolución de la inteligencia artificial durante la pasada década ha hecho saltar todas las alarmas en relación con sus posibles efectos sobre el empleo. A medida que las máquinas adquieren más habilidades, más peligro se percibe de que puedan llegar a sustituir a los humanos. No obstante, el futuro del trabajo depende de un complejo esquema de relaciones entre los sistemas inteligentes y los humanos que no implica necesariamente la sustitución de los segundos por los primeros. A menudo se vuelve la vista atrás para analizar qué pasó con el trabajo en las grandes transformaciones tecnológicas del pasado, y la conclusión es que acabaron por crear mucho más empleo del que destruyeron. Pero para algunos esta vez no será así.

Para Goldman Sachs, la inteligencia artificial generativa puede elevar un 7% el PIB global, aunque también apunta que va a producir impactos significativos en los mercados de trabajo, de forma que la automatización de tareas podría afectar a un total de 300 millones de empleos a tiempo completo.

Un informe sobre el futuro del trabajo publicado en mayo por el Foro Económico Mundial identificaba como tendencia la transformación de los modelos de negocio empresariales a raíz de la digitalización: más del 85% de las empresas encuestadas en el trabajo reconocen que sus procesos se van a ver afectados por la adopción de tecnologías de vanguardia. Alrededor del 75% de las compañías prevé adoptar big data, inteligencia artificial y cloud computing.

Con todo, este estudio se muestra en principio optimista sobre el mercado de trabajo. De acuerdo con su predicción, la aplicación de la mayoría de las tecnologías traerá consigo creación de empleo en los próximos cinco años, e identifica los mayores yacimientos en profesiones relacionadas con la analítica de big data, la gestión medioambiental y del cambio climático, y la encriptación y la ciberseguridad. Por el contrario, este análisis también prevé destrucción de empleo causado por las tecnologías agrícolas, las plataformas digitales y apps, el comercio electrónico y la inteligencia artificial. El saldo neto se espera que sea negativo, habiéndose creado finalmente menos empleo del que se destruye. Así, los cálculos arrojan un crecimiento estructural de 69 millones de empleos frente a una caída de 83 millones, lo que equivale a una pérdida neta de 14 millones de empleos, aproximadamente el 2% del que hay hoy en día.

Los perfiles laborales cuya demanda probablemente crezca más rápido serán sobre todo aquellos relacionados con la digitalización y la sostenibilidad. El Foro Económico Mundial identifica entre éstos los de especialista en inteligencia artificial y aprendizaje automático, los especialistas en sostenibilidad, analistas de inteligencia de negocio y analistas en seguridad informática. Les siguen en importancia los de ingeniero en energías renovables, ingeniero de instalaciones solares e ingeniero de sistemas. En el otro extremo, los perfiles más proclives a desaparecer a causa del cambio tecnológico son los relacionados con el trabajo de oficina, como administrativos y secretarias, cajeros de banco, cobradores, taquilleros y personal dedicado a teclear datos.

El Foro Económico Mundial predice que el 44% de las habilidades de los trabajadores se verán disrumpidas en los próximos cinco años. Las habilidades cognitivas van cobrando cada una mayor importancia de cara a ejercer una profesión, por la importancia que presenta ahora la capacidad de resolución de problemas complejos. Destaca en este sentido la importancia que se le otorga al pensamiento creativo, al pensamiento analítico y a los conocimientos tecnológicos.

lunes, 15 de enero de 2024

Los peligros y las amenazas que acechan en internet

 


El vivir en un mundo digital nos convierte en víctimas potenciales de recibir ataques a través de internet. Ninguna persona o empresa está a salvo, y se calcula que a finales de 2020 el coste anual de la ciberdelincuencia para la economía mundial alcanzó los 5,5 billones de euros, el doble de la cifra de 2015. La invasión de Ucrania en 2022 no ha hecho más que agravar la situación, pues ha movilizado a ejércitos de hackers y ciberactivistas a favor de uno u otro bando, dispuestos a sembrar el caos y la destrucción en las redes.

La ciberseguridad se ha convertido en la pieza clave de transición digital, dado que solamente una estrategia de defensa y protección robusta y efectiva ante las amenazas que proliferan por el ciberespacio puede garantizar una navegación segura en un entorno de confianza. Pero igual de relevante resulta que los usuarios sean perfectamente conscientes de los riesgos asociados al uso de tecnología, y que sepan evitarlos.

Año tras año los ciberdelitos aumentan en número e intensidad. El año pasado tuvieron lugar notables incidentes de seguridad por todo el mundo. La empresa de seguridad Astra destaca los siguientes por su trascendencia:

  • En mayo, y en el marco del conflicto de la guerra de Ucrania, la Fundación Skolkovo, que representa el esfuerzo ruso por emular Silicon Valley, sufrió un ataque por parte de hacktivistas ucranianos, que accedieron a los servidores de la organización y a sus archivos.
  • Por otro lado, la plataforma de finanzas descentralizadas (DeFi) Jimbos Protocol fue objeto del robo de 4 000 unidades de la ciberdivisa Ether por un valor de 7,5 millones de dólares.
  • Y más: grandes empresas británicas, como British Airways, Aer Lingus, Boots, y la BBC, sufrieron el denominado ataque a la cadena de suministro al ser hackeado el software de Transferencia de Archivos Gestionados (MFT) MOVEit que utilizan, sufriendo el robo de grandes cantidades de datos personales de sus clientes. La misma brecha de seguridad en este software afectó a la agencia francesa de empleo, Pôle emploi.
  • En el mes de marzo, la Oficina de Registros Criminales del Reino Unido (ACRO) recibió un ciberataque que dejó su web fuera de servicio.
  • Por su parte, la web Yellow Pages fue víctima de una acción de ransomware, es decir, el secuestro de información sensible mediante su encriptación a cambio de un rescate.
  • Finalmente, el colectivo de hackers conocido como Medusa robó información personal de los alumnos de la red de centros educativos públicos de Minneapolis, para posteriormente publicarla en la dark web.

De acuerdo con la revista Forbes, ya en el primer trimestre de 2023 los ciberataques globales crecieron un 7% respecto del mismo periodo del año precedente. Igualmente, estima que son detectadas 560 000 piezas de malware nuevas cada día, y que existen más de 1 000 millones de estos programas en circulación. Cada vez resulta más difícil mantenerse a salvo en las redes, pues la cifra de personas en el mundo afectadas por brechas de seguridad en lo que llevamos de 2023 asciende a 340 millones. Se dice pronto.

España se ha convertido en un objetivo preferido para los ciberatacantes. De acuerdo con un informe de la firma eslovaca de ciberseguridad ESET, durante la primera mitad de 2023, nuestro país recibió el 4,9% de todos los ataques a escala mundial, solamente detrás de Japón (9,5%) y Estados Unidos (7,8%). El ransomware ha sido una de las modalidades más extendidas en este periodo, y han sufrido delitos de esta clase entidades como el Hospital Clínic de Barcelona, Euskaltel o Telepizza.

Ser más digitales nos hace más cibervulnerables. Por ejemplo, el teléfono móvil, un dispositivo que lleva todo el mundo en el bolso o el bolsillo, se ha convertido en un objetivo destacado para los ciberdelincuentes, de forma que, según Statista, a finales de 2022 se producían más de dos millones de ataques a móviles al mes en el mundo.

La ciberseguridad debe estar en el corazón de cualquier estrategia de digitalización, si bien, como se ha mencionado al principio, el usuario es la pieza más vulnerable de cualquier sistema de seguridad, y, por ello, resulta un factor crítico que conozca perfectamente los peligros a los que se enfrenta en el ciberespacio, y que disponga de los conocimientos y las herramientas para defenderse de ellos.

 
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